Esteban: Salve, Redentora de las almas, Madre de Dios y Madre Nuestra Amantísima.
María Santísima: Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar.
Esteban: Bendito y alabado sea por siempre.
María Santísima: Hoy se complace mi corazón en la Resurrección de Cristo. Son muchas las maravillas que Dios obra.
Los corazones no deben olvidarse que tienen un Padre en el Cielo que los quiere y vela por ellos, y todos deben llenarse de gozo y admiración sabiendo que el mismo Dios vela por cada uno de vosotros.
La salvación siempre debe ser individual pero la redención de una gran alma equivale a una salvación.
Es el tiempo de la victoria, que Cristo ha triunfado. Es el tiempo de echar las raíces en un sitio más elevado. Debemos ser árboles que alzamos las ramas al Cielo y tenemos las raíces en el aire, para que Dios vaya moldeando a nuestra persona según su deseo.
Esteban: Ya sabe todas las peticiones que llevo en mi corazón.
María Santísima: El Cielo no es sordo a vuestras peticiones, pero las cosas que ahora son sufrimientos harán que el día de mañana no lo sea.
Esteban: No permita que se pierda ni un alma.
María Santísima: Ese es el propósito de Dios, pero los hombres no quieren escuchar ni vivir con la presencia de Dios, quieren imponer el Dios del orgullo, y eso hace que tengan los ojos tan cerrados que no pueden ver ni la presencia de Dios, ni recibir el calor de su divino corazón.
Esteban: Madre mía, hay muchas dificultades en las personas, ayúdelas.
María Santísima: Todo vendrá a su tiempo, pero la fruta ha de madurar antes de cosecharse el árbol.
Hoy todos los que está presentes y todos los que está aquí su corazón, les derramo una bendición de bienaventuranza para iniciar su vida con la alegría y la presencia de Dios.
Todo lo que te manda Dios hazlo con gusto y alegría, pues el mensajero se convierte en el representante de quien lo envía, y sonríe siempre que es la bandera de Cristo.
Deja a un lado las pequeñas cosas que eso solo enturbia el alma. Y recibe el gozo del Cielo que se aviva y acrecienta el corazón.
La gran Reforma es la voluntad de Dios y está estipulada por el Cielo.
Los hombres solo tienen que ser plumas que dejen escribir la historia con la mano de Dios. Y recibid hoy la bendición de la Resurrección de Nuestro Señor, y hoy el mismo aliento de Dios os impulse vuestra alma.
Recuerda, regala tu rosario.
Esteban: ¿Cuándo vamos a volver a vernos?
María Santísima: Pronto, muy pronto volveremos a estar juntos, pero recuerda que yo siempre estoy contigo.
Esteban: Madre mía, dígale a Dios que en la Tierra se le quiere.
María Santísima: No en toda la Tierra, pero al menos sí en tu casa.
Esteban: Gracias, Madre mía, os quiero.