Mensaje de María Santísima de la Soledad en Baza el 27 de febrero de 2022
Esteban: Ave María Purísima, sin pecado concebida.
María Santísima: Soy madre de misericordia y madre de salvación. Que no tiemblen vuestros corazones, que Cristo nunca nos abandona.
Hoy traigo un mensaje nuevo de esperanza: el orgullo hace que las naciones fuertes quieran aplastar a las pequeñas, pero sin darse cuenta, han hecho una gran fisura y van a demostrar la debilidad que es el orgullo que en ellos se encierra.
¡Qué hermoso está todo y qué hermoso está tu corazón!
El trono de Dios está dispuesto y está reinando en Baza. Son tiempos de cambio. Son tiempos de alegría y de conciliación. El mundo está triste porque el miedo rige las naciones y Cristo quiere que sea la libertad y la alegría las que reinen en todos los corazones del mundo.
He aquí en este Santo Lugar la fuente del Agua Viva, la Puerta del Cielo, la salvación de las almas. He aquí donde el Sumo Hacedor dejó la huella y he aquí la Estrella Sagrada que, desde el Universo, marca la presencia de Dios.
No estés triste. Todo siempre es para bien y los sufrimientos llevan un gran aprendizaje.
Esteban: ¿Puedo pedirle una cosa, Madre mía? Le pido porque nadie se pierda, especialmente todos los de La Casa. Para que usted me ayude a sacarme las espinas que llevo en mi corazón.
María Santísima: Las espinas que llevas en tu corazón son las espinas de la corona de Cristo, que se van a transformar en un inmenso amor y una inmensa alegría. Es el tiempo de la recogida, y el árbol dé su fruto y es el tiempo del diezmo, que vas a recoger de todas las bendiciones que has derramado en la Tierra.
En el Cielo hay una gran alegría al ver el Señor la gran disposición de todos los corazones que se brindaron para la Gran Misión de la Salvación del Mundo. Es tiempo de oración, es tiempo de alegría, es tiempo de reconciliación. No permitáis que el orgullo entre en vuestros corazones.
Esteban: Madre mía, quiero pedirle que mande agua a los campos, que acaben estas guerras y que acabe este virus y que vengan tiempos de felicidad a la Tierra.
María Santísima: Llega el tiempo de la luz y, cuando llega el tiempo de la luz, se acaba el tiempo de la oscuridad.
¡Qué luz más hermosa veo en tus ojos! Camina y camina seguro, porque tus pasos los guía siempre Dios. Y haz siempre el primer impulso de tu corazón, que va trazado por lo divino. Y nunca estés triste ni solo, porque el corazón de Cristo y el mío siempre están contigo. En el Cielo se te venera y se te alaba, y las virtudes que hay en tu persona son derramadas por toda la Tierra para gloria y bien de Cristo y para eterna salvación.
De Baza, lo que más me gusta son sus Eucaristías, su oración constante y el amor que hay en tu corazón. Dios ve la perfección en el género humano y ve la transparencia y la perfección en tu corazón. Mi amado Jesús nunca te ha de juzgar porque es más grande tu amor que tu justicia, es más grande tu misericordia que tu bondad.
Esteban: ¿Puedo preguntarle una cosa, Madre mía? ¿Por qué ha sido el fin de mi matrimonio?
María Santísima: El mandato ha sido llevado a su fin y es tiempo de iniciar nuevos caminos para traer a tu vida alegría y felicidad, para que la sonrisa de Cristo esté contigo, que es la bandera.
En el cielo se proclaman bendiciones y Baza, que es Puerta del Cielo y Tierra de salvación, va a ser nombrada por mí misma en todas las manifestaciones del mundo.
Esteban: Tengo que darle las gracias por todo, Madre mía, y pedirle por todos los que están enfermos, por todos los que estamos aquí, por todas las intenciones y todas nuestras peticiones, y todo lo que llevo en mi corazón, y perdóneme, Madre mía, que estoy nervioso y se me olvida.
María Santísima: Tu corazón es el susurro que está siempre en mi corazón, y siempre estoy escuchando lo que me pides con amor.
Recibid hoy la bendición en el Santuario de la Rosa, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Que vuestra alma quede impregnada y empapada de la gracia y la sabiduría de Dios.
Ve con alegría, que todo lo que inicies va guiado por la mano del Altísimo.
Esteban: Gracias, Madre mía, gracias. Ayúdenos a todos y perdónenos nuestras faltas. Amén.